domingo, 25 de abril de 2010

Mesa de ayuda - Dos videos para pasar el rato y pensar un poco





Ambos videos constituyen en definitiva una broma; pero al mismo tiempo son algo más que eso. Por una parte está la cuestión de hasta dónde las nuevas tecnologías, sólo por ser nuevas, realmente marcan una diferencia con aquello que existía anteriormente, o si una tecnología vieja ha de ser necesariamente descartada, no porque se haya convertido realmente en obsoleta, sino sólo porque hay algo más novedoso que viene a reemplazarla.

Por la otra parte, la actitud de negación que muchos de nosotros solemos tener ante una tecnología novedosa; también cierta desconfianza, y esa tendencia a complicar aquello que en el fondo es más simple de lo que creemos.

En definitiva: las dos caras de una misma moneda.

sábado, 17 de abril de 2010

Dice la noticia, aparecida en un portal: "Ciento cincuenta millones de personas en Latinoamérica usan hoy redes sociales, algo que genera una curiosa democratización de la información y un cambio en la forma de usar internet." Fueron las palabras de Lorena Diaz Quijano, gerente de Mercado Libre, en la charla que convocó la Cámara Argentina de Comercio Electrónico para analizar el fenómeno 2.0. El crecimiento exponencial de las redes fue el tema central del debate, desde varias aristas. "Ahora los contenidos no necesitan ser demorados en la emisión, porque entre otras cosas tenemos Twitter, donde los pares se enteran antes que nadie de noticias que hasta hace un tiempo estaban exclusivamente en manos de los medios", agregó.

"La información hoy es generada por los usuarios en un sistema multidireccional, y las marcas y los medios están obligados a prestar atención a los pedidos del usuario, ya que los contenidos son valorados por ellos. El usuario tiene un poder nunca antes visto, definido por las redes sociales", explica Patricia Jebsen, directora de la Comisión de Comunicación de la CACE. Además Jebsen aseguró que otra de las funciones de Facebook y Twitter es generar nuevas relaciones: "No se puede decir que el mundo online esté separado del offline. El mundo es uno solo y el hombre vive su realidad en los dos."

Jebsen aclaró que cada red tiene una función diferente. "Dime qué buscás y te diré qué red usar." Y aconsejó que una vez que el usuario abra un perfil, sea constante en su actualización. "Más allá de la función que cada uno le quiera dar, si las redes sociales son usadas con criterio y a conciencia, ayudan a optimizar el tiempo", agregó.

"Algo curioso y en lo que debemos prestar puntual atención es que las redes sociales generan comunidades autorreguladas, y aunque no lo parezca introducen un nuevo sistema de valores, en donde no hay barreras y se aboga por la transparencia", explicó por su lado Cecilia Mosto, directora de la Consultora CIO. Y agregó que con la web 2.0 aparece fuertemente el concepto de peer, vale decir par. "Todos tienen la misma posibilidad de participar y lo más importante, de hacerlo de igual a igual", concluyó.

Algunos datos interesantes:
-Siete de cada diez usuarios de internet participan en alguna red social.
-El 53% de las empresas que buscan trabajadores chequea redes sociales.
-El 65% de los directores de empresas aumentará el uso de redes en 2010 para comunicarse con sus empleados, al estilo de una intranet.

Otra información interesante aquí.

jueves, 15 de abril de 2010

Cualquier pelotudo tiene un blog



En su momento, las polémicas declaraciones de José Pablo Feinmann sacudieron como un cachetazo a la comunidad de bloggers. No hubo quien tuviese un blog que no se sintiese aludido o directamente ofendido. Y sin embargo, lo que Feinmann dijo no sólo es verdad, sino que además se limitó a reactualizar un concepto que ya había sido vertido antes, aplicado a otras tecnologías de la comunicación, por otros pensadores de mayor talla. Pocos notaron la gran diferencia que media entre afirmar que "hoy cualquier pelotudo tiene un blog", y sostener que "todo aquel que tiene un blog es un pelotudo". Errada esta segunda idea, ajena a los dichos de Feinmann, la primera sentencia tiene en cambio su razón de ser.

Por extraño que parezca, si hemos traído aquí a Feinmann es para retomar el concepto de Marshall McLuhan de que "el medio es el mensaje". Antes de que Gutemberg inventara la imprenta de tipos móviles ya existía la escritura, tanto como existían los libros. Lo que logró el ingenio gutembergiano fue poner los libros al alcance de muchas más personas. Pero la realidad es que este movimiento, que claramente no puede ser sino bien visto desde una perspectiva iluminista, también conlleva un aspecto negativo: al tener más gente acceso a los libros, hubo por un lado gente más cultivada, pero también apareció un público cada vez más amplio que, sabiendo ahora leer y escribir, no se interesó por los contenidos de alto nivel intelectual, sino que reclamó literaturas pasatistas, amarillismos varios, chismorrería barata. Y claramente la incorporación de estos contenidos conlleva un efecto depresor en el nivel cultural. Es la superficialización.

"El problema es que escribís demasiado largo; lo que estás haciendo es un blog, no una monografía", me dice -palabras más, palabras menos- una lectora de la primera entrada de este espacio. Y acá entonces de nuevo: el medio es el mensaje. O por lo menos lo condiciona, lo determina. Cuando nace internet, la utopía es la democratización, la horizontalidad que propone la nueva tecnología informática. Pero junto con esta democratización viene implícita cierta exigencia del formato: la brevedad, que en algún punto se liga con la banalidad. Cualquier persona puede abrir hoy un blog. No se requieren conocimientos específicos. Del mismo modo que cualquier persona, incluso sin ser un literato, puede hoy por sus propios medios editar un libro. Pero ni el libro ni el blog, por el mismo hecho de ser cada vez más accesibles, garantizan la capacidad intelectual de sus creadores. Y dentro de este contexto pierden sustancia. Hoy cualquiera puede escribir un libro. Cualquiera puede tener un blog. Incluso un pelotudo.

En este contexto, cabe preguntar qué representa la utilización de un blog como herramienta para la enseñanza. ¿Será lo mismo que uno, como estudiante, lea ciertas ideas en un apunte fotocopiado que en el libro del cual ese apunte se fotocopió? Probablemente la respuesta sea un rotundo no. El libro lleva implícito cierta noción de perdurabilidad, falaz o no, que las fotocopias no tienen. Ni hablar entonces de la fugacidad de un medio electrónico. Las ideas son las mismas, pero el medio condiciona, ya sea por cuestiones pragmáticas, que favorezcan o entorpezcan la comprensión o el desarrollo, o simbólicas.

Pero el blog tiene seguramente otras ventajas: cada vez más cotidiano, hay cada vez más personas a las que le resulta un dispositivo familiar, amigable, que permite al blogger entrar a la casa del lector, ser su confidente, mantener con él una suerte de intimidad, incluso siendo meramente virtual y electrónica. Claro que no se espera por lo general de un blog una dosis elevada de contenido. Y por supuesto este es un prejuicio, que bien cabe intentar quebrar. Pero el prejuicio existe, y necesitamos sopesarlo convenientemente. Así como también sus ventajas y sus potencialidades.

Pero si logramos que un blog sea un medio que favorezca el contacto, ya estaremos dando un primer paso importantísimo. Porque para transmitir una idea, sea por el medio que sea, lo primero que hay que lograr es interesar al otro. Y si usted, estimado lector, ha llegado aquí, hasta esta última línea de esta humilde argumentación, de mi parte puedo darme por satisfecho: este blog ya ha cumplido con cierto objetivo.

domingo, 11 de abril de 2010

El medio es el mensaje

Existe una expresión, "libro objeto", que sirve para aludir a todo aquel ejemplar bibliográfico que, al margen por completo de su contenido, haya sido confeccionado de manera tal que despierte la voluntad de poseerlo y conservarlo por una cuestión estética, propiamente más como un objeto bello en sí mismo antes que como un dispositivo técnico concebido para permitir la transmisión de ciertos pensamientos o ideas a través de la escritura y otros medios de expresión gráfica. No obstante, acaso todo libro merezca, en cierto punto, ser tenido como un "libro objeto". Nos ubicamos, en este sentido, en el umbral mismo del fetiche.

Los otros días alguien comentaba "El grito manso", libro de Paulo Freire que, aparente paradoja, no fue escrito por Paulo Freire, pues en rigor se trata de la transcripción de una de sus últimas intervenciones públicas. Vale decir: son las ideas de Freire, pero no es su pluma. Quien comentaba el trabajo en cuestión, se preguntaba en un punto si las palabras de Freire hubiesen sido exactamente las mismas de haber sabido, o por lo menos sospechado su autor, que ellas iban a terminar convertidas en un libro. Y es que todavía hoy, en plena era de las comunicaciones digitales y electrónicas, el libro sigue siendo un objeto con un status quo especial, al cual resulta difícil sustraerse.

Hay un dicho que asegura: "El hombre es dueño de sus pensamientos y esclavo de sus palabras". Hubo una época en bastaba con que estas palabras hubiesen sido dichas. Hoy el valor de la palabra ha menguado, y se exige que las promesas sean realizadas en papel y rubricadas con una firma. Pero incluso cuando resulta comprensible que las palabras escritas tengan un mayor peso que las meramente dichas, pues la escritura fija las cosas a través del tiempo, un libro parece ser garantía de cierta seriedad y permanencia que no tienen, por ejemplo, las palabras impresas en un periódico o en una revista. Como alguna vez escribió Julio Cortázar, un diario, al ser leído, se convierte en un montón de hojas impresas, aptas para envolver verduras. Pero esto no parece suceder con el libro, que siempre sigue siendo libro.

En un contexto cultural en el cual todavía subsiste este fetichismo que hace del libro un objeto especial, incluso al margen de sus contenidos, ¿qué cabe esperar respecto de la trascendencia y/o legitimidad de los medios electrónicos? ¿Qué validez tendrán, por ejemplo, las palabras escritas en un blog, o en una página de internet cualquiera, siendo que ellas son inmateriales, mera impresión retiniana generada a partir de un haz de luz, pixels encendiéndose y apagándose, series de información binaria residentes en quién sabe dónde, que mañana mismo, o dentro de un segundo, pueden desaparecer, por accidente o por decisión de un administrador, sin derecho a reclamación ninguna?

Por supuesto, se trata nada más que de preguntas, que por el momento carecen de respuestas percisas. Después de todo, también la Biblioteca de Alejandría desapareció -como tantas otras- sin dejar detrás más que su memoria, sin que sirviera de nada la materialidad del soporte de aquellas ideas que literalmente se hicieron humo. De haber estado aquellos archivos digitalizados y subidos a internet, acaso alguien se hubiese ocupado de respaldarlos, con lo cual no se hubiesen perdido.

La cuestión, en todo caso, es si el status quo de los escritos inasibles que nos ofrece la pantalla podrán igualar, en el imaginario social y cultural, el peso del fetiche que respalda al libro. Y también si quienes nos ocupamos de volcar palabras en estos espacios, regidos por la inmaterialidad y amenazados por la fugacidad y la impermanencia, nos haremos debido cargo del peso de la palabra escrita, incluso cuando no sea sobre un papiro o sobre un papel. Porque las ideas, más allá de las formas, no dependen de los formatos. Y hay tanta basura impresa en libros como potenciales hallazgos esperando ser subidos a un anónimo blog de internet. El resto será, seguramente, tanto en el universo de los papeles como en el de las series binarias, como en aquella biblioteca infinita imaginada por Borges y emparentada con la bíblica Babel.


Un pedacito de película para el final: